Investigar a empleados o directivos supone un abuso de poder
El espionaje a cuatro directivos del Barça habría sido un juego de niños para Lisbeth Salander, en el caso improbable de que la heroína de la serie Millennium, de Stieg Larsson, aceptase el encargo. Salander escruta las vidas de fiscales, empresarios o periodistas gracias a sus mágicos poderes informáticos. Es una justiciera que actúa según una peculiar escala de valores, que le permite traspasar las barreras morales para lograr sus fines. Como Salander, aunque con motivaciones más espurias, las empresas que espían a sus empleados o ejecutivos rompen las reglas de la ética y abusan de su posición de poder, especialmente en los casos de investigaciones preventivas. No obstante, entre los expertos hay opiniones divergentes sobre si las indagaciones pueden resultar lícitas ante una deslealtad manifiesta del trabajador.
Escándalos en empresas alemanas
Alemania ha sido en los últimos años el principal escenario de los escándalos por casos de espionaje dentro de la empresa, asunto que ha tenido un gran eco, quizá como reflejo de las experiencias pasadas de vulneración de los derechos fundamentales de la ciudadanía. La cadena de supermercados Lidl fue multada en el 2008 con 1,5 millones de euros por las autoridades alemanas por espiar a sus empleados con microcámaras que se instalaban en las tiendas supuestamente para prevenir robos pero que se utilizaban para hacer informes sobre los trabajadores. La empresa de ferrocarriles Deutsche Bahn reconoció hace unos meses que realizó en el último decenio diversas operaciones de vigilancia de sus empleados, incluidos sus directivos. También hubo escándalos por prácticas de esta índole en otras grandes compañías alemanas como Deustche Telekom.
Los juegos de los agentes de la Guerra Fría suenan ya a algo remoto, pero el espionaje sigue de moda, no sólo por Lisbeth Salander o el éxito de películas como La vida de los otros. En España, el primer partido de la oposición denunció este verano, sin prueba alguna, que era objeto de escuchas. En Portugal, el presidente de la República salió en televisión para denunciar que el primer ministro podía fisgonear en su correo electrónico. En Italia hubo un gran escándalo en 2006 por una red que vigilaba a empresarios y que había empezado controlando a empleados de Italia Telecom y Pirelli. Aunque el Barça no sea propiamente una empresa y para la Agencia de Protección de Datos el espionaje a directivos deba ser tratado en principio como un caso entre particulares, este escándalo permite reflexionar sobre unas prácticas de gran antigüedad dentro de las organizaciones pero para las que hay nuevas oportunidades en la era de la sociedad de la información. "Hay más posibilidades de espiar, pero el dilema es el mismo de siempre, pues deriva de la diferente posición de los trabajadores y el empresario, que tiene ventaja", señala David Murillo, profesor de Sociología de Esade.
Considera que hay que poner límites a las empresas, para que éstas no se valgan de la excusa de la necesidad de información. "Si persiste el dilema ético, propongo preguntarle al trabajador, que lógicamente va a decir que no quiere ser espiado", concluye Murillo. Hay consenso de que en términos generales no es ético espiar a un trabajador o a un directivo. Ángel Pes, director de responsabilidad corporativo de una caja de ahorros, señala que el único punto en el que una empresa puede tener un motivo justificado para hacer averiguaciones sobre un empleado surge "cuando se tengan sospechas de que actúa de forma desleal, abusando de su situación, por ejemplo con una baja simulada o utilizando información en beneficio propio. Incluso en este caso, las investigaciones deben tener un procedimiento determinado y ajustarse a unos sistemas de trabajo adecuados y transparentes".
En cambio, Norbert Bilbeny, catedrático de Ética de la Universitat de Barcelona, sostiene que "ningún supuesto autoriza éticamente el espionaje. Si hay pruebas o indicios de un delito o una simple práctica incorrecta, demándese al sospechoso o acúdase a la policía". Bilbeny considera que "espionaje y ética son antitéticos siempre. Espiar, que es excusable desde otros intereses, no lo es desde el punto de vista moral, que exige la validez universal de la acción". Estima que la necesidad de hacer investigaciones en secreto revela la pérdida de la confianza interna en la empresa: "Indica también que se es incompetente para mantener ese clima fundamental. Espía y espiado participan del mismo fracaso, aunque el responsable es el primero". Frente a ello, recomienda afianzar la comunicación interna y los valores compartidos.
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http://www.lavanguardia.es/ciudadanos/noticias/20091021/53808827064/investigar-a-empleados-o-directivos-supone-un-abuso-de-poder.html